viernes, 6 de enero de 2012

Taiwán visto por los ojos de un visitante

Confieso que, aunque conocía a grosso modo aspectos interesantes sobre la República de China (Taiwán), nunca había sentido la curiosidad de visitarla, sin embargo, la vida iba a depararme la agradable sorpresa de poder estar frente a la laptop escribiendo para ustedes mientras en los pasillos del edificio de la Comisión Nacional de Defensa, en donde me encuentro, alguien conversa en mandarín… Estoy de visita en Taiwán por dos semanas y me gustaría compartir con ustedes las particularidades de esta experiencia.

Podría hasta decirse que me unen ciertos lazos con Taiwán, puesto que los japoneses estuvieron aquí por espacio de cincuenta años, y hasta es posible que mi abuelo, piloto de la poderosa fuerza aérea imperial del Japón en la época de la II Guerra Mundial, haya visitado estas tierras en afanes oficiales, sin embargo, más importante que eso es la congruencia exacta entre los altos estándares de modernidad, desarrollo humano y competitividad logrado por Taiwán en estas últimas décadas y el grado de calidez, hospitalidad y sorprendente afabilidad de los taiwaneses.

Actualmente, luego de algunos 60 años de autonomía, Taiwán exhibe, en todos los órdenes, unos niveles de desarrollo sorprendentes: PIB per cápita de alrededor de 20,000 dólares, además es la 22 economía del mundo con tan solo 36,000 km2 y, según lo que nos planteó el director para Asuntos de Latinoamérica y el Caribe, James Yui, es actualmente la cuarta mayor reserva en divisas en el mundo.

Todos estos elementos, empero, no tendrían mucha relevancia si esos indicadores de riqueza macroeconómica no se reflejasen en el diario vivir del ciudadano común. Y en Taiwán, a diferencia de algunos países que conocemos, el desarrollo humano y la redistribución de riquezas alcanza estándares admirables. He visto las tiendas repletas de personas haciendo compras, los mercados nocturnos parecen que están permanentemente en ferias, y he preguntado si es solo porque es época navideña, sin embargo, el nivel de ingresos de los taiwaneses les permite darse el lujo de una capacidad de gastos a niveles superiores y de una rutina de vida de elevado grado cualitativo.

Y esos privilegios tienen sus costos. No es raro ver a las personas corriendo para no perder el tren que los lleva a sus trabajos en la noche y a otros que regresan, con cara de cansancio, de pasar todo un día en sus afanes laborales; como es también común ver, luego de que algunas grandes tiendas cierran sus puertas, personas (la mayoría de cierta avanzada edad) despliegan sus sabanas en la aceras y colocan en ella artículos para la venta, en un mercado informal que no por serlo, deja de contar con el respaldo oficial y con los privilegios que el Estado provee para los ciudadanos, tales como un sistema de seguridad social con un 99.9 % de cobertura universal, un ambiente de seguridad ciudadana admirable, entre otras cosas.

Otro costo preocupante es el elevado índice de población anciana predomínate en la sociedad taiwanesa. Las familias, que en los años cincuenta acostumbraban a tener seis y siete miembros, ahora, por asuntos de economía y de priorización de esfuerzos hacia el trabajo y la profesionalización competitiva, han disminuido los niveles de procreación provocando que el porcentaje promedio de hijos por familia haya descendido alarmantemente a un 0.83%, de forma que existe actualmente una población anciana de un 7% que se incrementará en un 14% de la población total, para el 2017.

Taiwán es un pueblo de personas laboriosas, gentiles, empoderadas con su futuro, organizadas, extremadamente puntuales y admirablemente hospitalarias.

Sigueme en twitter @enmanuelacosta !

0 comentarios:

Publicar un comentario