Por Víctor Bautista, periodista. Twitter.com: @viktorbautista
Me niego a creer que aquella persona, con un desempeño gris en la función pública –de la cual salió bien provisto de bienes materiales y, por añadidura, con un jugoso empleo privado, de esos que reciben como trofeo deleznable los reguladores genuflexos- esté preparando su reenganche en el tren estatal.
Su retorno sería legítimo si la meta estuviese centrada en reivindicarse y convertir su cargo en un verdadero servicio a millones de personas impactadas por las políticas que el personaje pondría en práctica.
En estas noches de diciembre, en las que la luna, juguetona, coqueta e impertinente, llena las terrazas de vino y los rostros se desdibujan detrás del humo, abundan las conversaciones amenas, sazonadas por el contexto político más expectante de las últimas décadas.
Uno presta atención a sus contertulios, pero no deja de aguzar el oído para no perderse lo que se dice al lado. Fue así cuando una voz (juro que no sé a quien pertenece) musitó: “Él quiere volver al gobierno para garantizar su pensión y, luego, seguir en el sector privado. Es como un doble play”.
El próximo será un año de grandes desafíos para la economía dominicana si la miramos en su justo entorno (mercados externos demenciales, déficit galopante entre los colosos, corridas de precios y oleadas de indignación civil contra regímenes políticos fallidos).
Reformas profundas tendremos que acometer en diversas áreas. Por la parte tributaria no cabe duda que nos sobrevendrá un tsunami (que será peor en la medida en que pueda chorrear el maquillaje estadístico) y necesitaremos mucha asistencia de los organismos multilaterales, pero también certidumbre.
Se requieren equipos de gobierno bien capacitados y que inspiren confianza. Los “buscapensiones” y los filibusteros están contraindicados ante los proverbiales retos. Los candidatos presidenciales deberían andar con un cedazo.
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