miércoles, 14 de diciembre de 2011

Expresidente de Costa Rica exhorta a Michel Martelly no crear ejército

En el mejor de los escenarios, los ejércitos latinoamericanos han significado un gasto prohibitivo para nuestras economías. Y en el peor, han significado una permanente fuente de inestabilidad para nuestras democracias.

Michel Martelly Michel Martelly.

REDACCIÓN.- El expresidente de Costa Rica Oscar Arias Sánchez le dirigió una carta al presidente de Haití, Michel Martelly, donde le expresa que “la mayoría de los ejércitos han sido enemigos del desarrollo, enemigos de la paz y enemigos de la libertad”.

El también premio Nóbel de la Paz en 1987 indicó en su escrito que “en gran parte del mundo, y sobre todo en nuestra región, las fuerzas armadas han sido la fuente de la más ingrata memoria colectiva”.

Arias Sánchez se expresó en estos términos tras la intención existente de restaurar el ejército en Haití, por lo que dijo también, que la seguridad interna del vecinino país “puede estar a cargo de un cuerpo de policía profesional y bien capacitado, con los recursos necesarios que aseguren el cumplimiento efectivo de la ley”.

A continuación la “Carta abierta al presidente de Haití, Michel Martely”.

Por Oscar Arias Sánchez

Señor

Michel Martely

Presidente, República de Haití.

Excelentísimo señor Presidente,

A pesar de que no tengo el gusto de conocerlo personalmente, me he tomado la libertad de escribirle sobre un asunto muy puntual de su país, cuyos acontecimientos políticos sigo con un enorme interés. Mis palabras emergen del cariño que siento por el pueblo haitiano. No pretendo irrespetar la soberanía de una nación hermana, solo quiero brindar un consejo que veo escrito en el muro de la historia de la humanidad: en América Latina, la mayoría de los ejércitos han sido enemigos del desarrollo, enemigos de la paz y enemigos de la libertad.

En gran parte del mundo, y sobre todo en nuestra región, las fuerzas armadas han sido la fuente de la más ingrata memoria colectiva. Fue la bota militar la que pisoteó los derechos humanos de nuestros hermanos. Fue la voz del general la que pronunció las más cruentas órdenes de captura contra estudiantes y artistas. Fue la mano del soldado la que disparó en la espalda del pueblo inocente. En el mejor de los escenarios, los ejércitos latinoamericanos han significado un gasto prohibitivo para nuestras economías. Y en el peor, han significado una permanente fuente de inestabilidad para nuestras democracias.

El proyecto Politique de Defense et Securité Nationale plantea objetivos difusos, como son la presunta necesidad de recuperar la dignidad y la soberanía haitiana con la reinstalación del ejército. Haití no necesita volver a crear el ejército. Su seguridad interna puede estar a cargo de un cuerpo de policía profesional y bien capacitado, con los recursos necesarios que aseguren el cumplimiento efectivo de la ley, y su seguridad nacional no gana nada con un aparato militar que jamás será más poderoso que el de sus vecinos.

Como usted bien lo sabe, Haití, junto con Guatemala y Nicaragua, ocupan los tres últimos lugares de la región en el índice de desarrollo humano elaborado por el Programa de las Naciones Unidas. Quizás no sea casual que estos tres países compartan otras cosas: tienen o han tenido ejércitos fuertes y una reducida inversión social en educación y salud. Los 95 millones de dólares que busca el proyecto de Politique de Defense et Securité Nationale deberían ser invertidos en educación para su pueblo, en salud para sus niños, en fortalecer sus instituciones democráticas para garantizar una estabilidad política mínima, a fin de recuperar la confianza de los haitianos y la de la cooperación internacional, cuya ayuda es indispensable y lo seguirá siendo por un buen tiempo más.

Costa Rica, como Haití, es también un país pequeño. Su clima tropical lo expone a tormentas y a huracanes, y a otros desastres naturales. Sin embargo, mi país ocupa el lugar 69 en el mundo en el índice de desarrollo humano, y un niño que nazca hoy en Costa Rica espera vivir 79.1 años. Haití ocupa el lugar 145, pero la expectativa de vida del niño haitiano es 17.4 años menor que la del niño costarricense. De igual forma podríamos hablar de los años de escolaridad, o de los esfuerzos por reducir la brecha digital o del programa “Avancemos”, el cual ofrece un estipendio a las madres que lo necesitan, para que sus hijos o hijas no abandonen el colegio. La diferencia entre la población de un país y otro se encuentra en la educación, en los años de escolaridad, en la enseñanza diversificada y en el pleno acceso a las tecnologías de la información y la comunicación. La población de una sociedad educada tiene muchas más oportunidades y puede aspirar a fuentes de empleo de mejor calidad.

Señor Presidente Martely, hubo una época en que mi pueblo colindaba al norte y al sur con la dictadura. Hubo una época en la que el silbido de la metralla sonaba muy cerca de nuestras fronteras. En lugar de tomar las armas, Costa Rica salió a luchar por la paz en Centroamérica. No nos hizo falta el ejército. Por el contrario, estar desmilitarizados nos permitió ser percibidos como aliados de todas las partes del conflicto.

En 1994, después de un intenso debate entre las diversas fuerzas políticas panameñas, en el que participamos activamente la Fundación Arias para la Paz y el Progreso Humano y yo, finalmente el Congreso aprobó, por medio de una reforma constitucional, la abolición de las fuerzas armadas. Desde entonces, Costa Rica y Panamá comparten la frontera más pacífica del mundo. Y no es casualidad que sean, también, las dos economías más exitosas del istmo centroamericano, porque el dinero que destinábamos a nuestros ejércitos lo destinamos ahora a la educación de nuestros niños y a la salud de nuestros ciudadanos.

En 1995 Haití decidió desmovilizar a sus fuerzas armadas y puso fin así a un eterno rosario de golpes de Estado.

Esta fue una decisión que el mundo entero aplaudió. La Fundación Arias y yo, de nuevo, contribuimos con esa sabia decisión. Para Haití, el entrar en aquel selecto grupo de países latinoamericanos sin fuerzas armadas, junto con Costa Rica y Panamá, le abrió una ventana de esperanza que debe mantenerse abierta.

Señor Presidente: mi vinculación con Haití se remonta a casi veinte años atrás. Desde entonces vengo pidiendo al mundo desarrollado que no abandone a Haití, que condone su deuda externa, que le tienda una mano, que la cooperación sea abundante y oportuna y que la indiferencia no sea una opción. Pero Haití también tiene sus propias responsabilidades, y una de ellas es adoptar las decisiones políticas correctas. Intentar reinstalar el ejército sería una equivocación y es por ello que no puedo guardar silencio.

Haití podrá recuperar su dignidad cuando todos sus niños y jóvenes puedan ver el futuro con esperanza y los vientos del Caribe soplen igualmente venturosos para todos. Eso es lo que merece su pueblo, señor Presidente, y cuente conmigo para lograrlo.

Fraternalmente,

Oscar Arias Sánchez

Expresidente de Costa Rica 1986-1990/2006-2010

Premio Nóbel de la Paz 1987



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